Bajo la inmensa mole de piedra caliza se resguarda este pequeño núcleo sito a 829 metros de altitud.
La leyenda cuenta que hace aproximadamente quinientos años, sobre el pueblo de San Lorién existía otro llamado Lúpez. Todos sus habitantes fallecieron a causa de la enfermedad que trajo un cuervo que cayó sobre ella. Esto supuso el fin de la aldea.
Hacia el siglo XVI, San Lorién contaba con seis fuegos, pero a mediados del siglo XIX Madoz sólo señalaba la existencia de dos casas habitadas. Todavía se conservan los restos de la herrería, en los que pueden apreciarse el fuelle y el yunque.
En el pasado, los habitantes de San Lorién y Araguás accedían a la carretera que se dirige a Aínsa (al otro lado del río), mediante un cajón suspendido sobre las aguas del Cinca sujeto por medio de sirgas.
Aislada y exenta en la parte alta del pueblo. Sobre planta rectangular con cabecera semicircular orientada al este se elevan los muros de sillar con recrecimiento en sillarejo.
En su muro septentrional presenta dos contrafuertes. La nave se cubre con bóveda de cañón. Bajo el ábside, existe una cripta cuyo acceso está cerrado.
Esta iglesia data del siglo XII y probablemente pertenece a la tradición del románico lombardo. Al parecer, y fijándonos en los recrecimientos, la construcción inicial quedó inconclusa.
Desde el exterior podemos observar que en el punto de unión del ábside con el muro meridional hay un sillar esculpido con un misterioso animal mirando al este.
Textos: Pirinei