Sobre un terreno irregular y abancalado, donde a cada paso se vislumbra la huella del esfuerzo de los hombres y mujeres que durante siglos habitaron estas tierras, se disponen las casas de Araguás, originando un hermoso conjunto urbano escalonado junto al barranco de la herrería o ferrería.
En este pueblo de gran belleza observarás hermosas muestras de arquitectura tradicional: muros de piedra, tejados de losa, originales chimeneas troncocónicas, elaborados llamadores con una fuerte carga simbólica...
No te pierdas la visita a la herrería o ferrería, que te hará viajar en el tiempo en el que o ferrero viajaba de pueblo a pueblo y se alojaba en la casa para la que trabajaba arreglando aperos del campo, fabricando herraduras, herrando caballerías, etc.
En 1282 Pedro III de Aragón entrega el lugar de Araguás al Monasterio de San Victorián. En 1495, contaba con 19 fuegos.
Cuenta la leyenda que el rey Iñigo Arista, Conde de Ribagorza, murió en acción de guerra en Araguás. Sus restos descansan en el Real Monasterio de San Victorián.
Antiguamente los habitantes de San Lorién y Araguás accedían a la carretera que se dirige a Aínsa (al otro lado del río), mediante un cajón suspendido sobre las aguas del Cinca sujeto por medio de sirgas.
Dotada de numerosos elementos defensivos, como la torre central y los diversos vanos aspillerados, se conforma como una de las joyas de la arquitectura popular del entorno. Posee, además, un oratorio que todavía se conserva hoy en día.
Vigilando el pueblo desde un collado, se erige en sillarejo y mampostería con nave de planta rectangular, ábside semicircular orientado al este y dos capillas laterales. En su interior alberga un coro alto a los pies, de madera, que presenta una decoración geométrica de tradición gótica.
En la torre, adosada al muro septentrional de la nave, se conservan dos campanas datadas en 1957 y 1962.
La mazonería del retablo (s.XVIII), de madera dorada, procede del Monasterio de San Victorián.