El 12 de enero se celebra en Abizanda la fiesta pequeña en honor a San Victorián. Los vecinos y vecinas de Abizanda subían en procesión hasta la ermita de San Victorián, ubicada en la sierra de la Trinidad.
Después de la misa se realiza el ritual de los langostos:
Cada año dos personas se encargaban de elaborar las tortas de caridad, y quienes habían sido designados mayordomos, aportaban el vino.
Estas tortas se ponían sobre un mantel blanco extendido sobre el suelo para ser bendecidas.
La gente se congrega alrededor y ve cómo, poco a poco, unos minúsculos insectos aparecen sobre el mantel.
Después, se trocean y se reparten las tortas entre los asistentes.
Si el color predominante de los langostos es el verde, se augura una buena cosecha de olivas; si son negros, de uvas y si la mayoría son de color blanco, será un buen año para el trigo.
Por otra parte, está documentada la presencia, hasta época reciente, de la cofradía de San Victorián y Santa Ana. En época de sequía, hasta hace escasos años, los vecinos de Abizanda y los de Escanilla realizaban unas rogativas conjuntas que consistían en acudir a esta ermita y a la de la Virgen del monte, en Escanilla.