El macizo montañoso de la Peña Montañesa se caracteriza por su gran variedad de ecosistemas y paisajes que, en gran medida, son resultado de la utilización a lo largo de las generaciones por parte del ser humano de sus recursos naturales. Por sus laderas meridionales, que gozan de un excelente microclima, se extienden amplios bosques de carrascas y quejigos que, en algunos puntos, se complementan por un sotobosque muy rico en especies arbustivas como el boj, la gayuba o el enebro. Otra de sus principales riquezas es la ornitológica, con la presencia de numerosas especies de marcado carácter forestal.
Debajo de estos bosques, o entre ellos, van apareciendo los campos de cereales y olivos, consecuencia de antiguas roturaciones agrícolas, hasta ir haciéndose más abundantes en las zonas llanas próximas a los pueblos. Este nuevo ambiente agrícola, junto al tradicional uso pastoril del entorno, le aporta al paisaje de las laderas de Peña Montañesa una dimensión añadida que aporta diversidad al conjunto del espacio.
Por encima del límite del bosque el paisaje se vuelve sobrio y carente de vegetación arbórea tanto en extensas gleras o laderas de pedrizas, como en los prados de alta montaña. En esas alturas hay que destacar además los ecosistemas rupícolas protagonizados por paredes verticales de roca caliza que pueden superar en algunos puntos los 500 m de desnivel.
Estos espacios 'al filo de lo imposible' están ocupados sin embargo por una interesante y perfectamente conservada comunidad de aves rupícolas entre las que las más llamativas y fáciles de observar son las grandes aves rapaces. La joya ornitológica de estos parajes es el majestuoso quebrantahuesos que, atraído por la nutrida presencia ganadera en toda la zona, cuenta con varias parejas reproductoras en el conjunto del macizo.
La ladera norte de la Peña Montañesa, conocida como La Valle, merece mención especial por la belleza de sus bosques de pino negro, abeto y haya.
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